Para qué asistir a la ceremonia religiosa?

Cada semana nos toca asistir a diferentes tipos de ceremonias religiosas. Si nos ponemos tantito en el lugar de la pareja, creo que todos podemos coincidir que, aunque no es el momento más divertido del día, es el más importante. El momento en el que toda religión, no importa si es judía, católica, cristiana, hindú, maya o alguna otra, coinciden en que “llegan separados y salen juntos”.

 Es el momento del día donde todo el nervio, emoción y felicidad de la pareja llega a su máximo. Si la pareja nos invita a asistir, es porque quiere compartir con nosotros todas esas emociones, y si asistimos, creo que es porque hay un cariño especial para compartir con ellos también. Estamos felices de que por fin, tu hermano(a), amigo(a) o familiar haya encontrado su otra mitad. ¿Será?

Cada semana que asistimos a una ceremonia se me dificulta más llegar a esa conclusión. ¿Por qué? Porque a veces parece lo contrario. Parece como si nos estuvieran obligando a asistir, como si fuera ese pendiente que tienes que quitarte de encima. Literal, he visto más gente feliz y sonriendo en la fila del súper que en una ceremonia de boda. Esto me lleva a preguntarme…

¿Cuál es el punto de asistir a la ceremonia religiosa de una boda si te la vas a pasar con cara de “ya quiero irme a tomar”? Todas las semanas termino con una buena cantidad de minutos de "jetas" aburridas. No se molesta la gente en sonreír ni si quiera porque ven pasar al wey de la cámara. Con los 6 años que tengo haciendo bodas podría hacer un video de más de 1 hora lleno de bostezos, gente dormida o aburrida o en el teléfono.

Con mis 6 añotes de experiencia he desarrollado esta tabla totalmente científica y nada obvia del nivel de felicidad de los asistentes con respecto al número de invitados.

Esto no sólo pasa con los invitados “regulares”, a veces hasta con la misma familia. Puedo entender que es tedioso estar siguiendo los protocolos del rito, sobre todo cuando son religiones que tienen muchos, pero creo yo, que deberíamos ser un poquito más empáticos si decidimos asistir. Piensa en cómo se siente esa pareja frente a ti, piensa en lo que debe estar sintiendo. Seamos felices de estar ahí y sintámonos orgullosos de que fuimos invitados a compartir ese momento con los casados.

 Pero si por “x” o “y” no podemos, hay una fácil solución... No asistir y ya. Vámonos directo al salón donde de seguro va a haber un trago, amigos y música esperándonos. Total, les prometo que ni se darán cuenta los novios, ya que están de espalda. A menos que sean familia nuclear, tengan un rol que cumplir en la ceremonia o sean parte del cortejo y si ése es su caso, pues una sonrisita forzada de perdido tal vez despierte alguna otra de verdad.

¿No creen?

 

Lalo Vargas3 Comments